Indudablemente, hubo estrategias de adaptación de los habitantes de Monterrey al uso de sus propios espacios a partir de la aparición de actos de violencia urbanos, pero es importante destacar que sus roles no se limitan a ser agentes pasivos a lo que ocurre en su entorno, sino que también pueden ser agentes de cambio, de acuerdo con Marissa Rodríguez Sánchez, profesora de la Universidad de Monterrey.
“No somos agentes que sufrimos inexorablemente el ejercicio del poder de otras y de otros, detentado desde ciertas aristas, sino que también somos agentes de cambio; es importante ver cómo nos fuimos sobreponiendo a estas circunstancias y qué estrategias emprendimos”, indicó.
Rodríguez Sánchez ofreció la conferencia Habitar la violencia urbana: etnografía de la espacialidad territorial corporal y emocional, con la que abrió el Congreso El espacio que habitamos, a desarrollarse los días 22 y 24 de abril, en la Sala del Claustro Universitario, que fue organizado por la Sociedad de Alumnos de las Carreras Asociadas a las Humanidades (SACAHU).
La catedrática propuso empezar con colectivos de gente que conforman “una fuerza muy grande” para reunirse en parques o salir por las noches en bicicleta o en patines.
Rodríguez Sánchez abordó las tres fronteras de la articulación de las emociones del sujeto que habita Monterrey, que identificó en una investigación y cuyo centro es el miedo de habitar la ciudad.
La primera es la frontera espacio-temporal, en la que hay un antes y un después de la llamada “guerra contra el narco”, según la ponente; la segunda es la frontera geográfica, que implica el territorio urbano que divide lo público de lo privado y en la existencia de espacios de mayor o menor propensión a la experiencia del miedo, porque a excepción de la violencia doméstica, en tiempos pasados, el espacio privado era un referente de seguridad y, posteriormente, dejó de tener esa eficacia de resguardo de sí mismo y de los otros.
La profesora de la UDEM puso como ejemplo la costumbre de los regiomontanos de realizar reuniones festivas en la cochera o parte frontal de sus casas, la cual fue desapareciendo debido a robos o agresiones cometidas durante un tiempo.
Y, finalmente, la tercera frontera es lo subjetivo y emocional, ya que el miedo y el temor experimentado por los habitantes de Monterrey tiene un objeto de valor principal en riesgo, que es el cuerpo propio o el de otros.
En su estudio Rodríguez Sánchez partió de la forma en cómo los ciudadanos interactúan con su entorno y cómo esto influye en la configuración de las propias ciudades.
En su mensaje de inauguración José Guadalupe Serna Naranjo, director del Departamento de Humanidades, exhortó a hacer un esfuerzo para que esta reflexión de lo que significa el espacio no solo les haga comprenderlo, sino que les ayude a entender la existencia misma del ser humano.
“El concepto de espacio nos puede ayudar a reflexionar y entender nuestra propia existencia y la forma en que la comprensión de la existencia ha ido haciendo que se modifique la comprensión del espacio a través del tiempo”, expuso.
En la primera de las jornadas del Congreso, también participaron Eduardo Enrique Aguilar con la conferencia Más allá del capitalismo: apuntes desde la sociología y la antropología económica para comprender Monterrey; y Zaida Carolina Martínez Arreola con la plática Ciudades ficticias y microbiografías espaciales bicéfalas: entre el estado y el turismo.